The Magic of My First Iceberg
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Las dos imágenes que aparecen a continuación ocupan un lugar especial en mi corazón, para siempre.
Cruzar el Paso de Drake, un viaje conocido por su naturaleza impredecible, fue sorprendentemente tranquilo. El clima fue amable y el barco se balanceó mucho menos de lo que había anticipado. Resultó ser un día perfecto en el mar. Esa noche, me quedé recorriendo el barco, disfrutando de la calma y de esa sensación de soledad en medio del océano abierto. Pasé un tiempo caminando por las cubiertas, leyendo en la acogedora biblioteca del barco y viendo el sol sumergirse en el horizonte en un atardecer que pareció durar una eternidad. Cuando finalmente me acosté, la comodidad fue incomparable y me sumí en un sueño pacífico.
Durante toda la travesía, nunca cerré la ventana de mi cabina. Quería saborear cada vista, cada momento fuera del barco. Cada vistazo al océano se sentía como un regalo.
Luego llegó la mañana después del Paso de Drake. Nos acercábamos a la península antártica y me desperté muy temprano. Sentada en la cama, me froté los ojos y miré hacia afuera. Lo que vi me dejó sin aliento: un iceberg, flotando en el horizonte. Estaba distante, pero inconfundible. ¡Mi primer iceberg! La vista fue simplemente mágica.
Sin pensarlo dos veces, agarré mi Canon R5 y ajusté la cámara con lo que esperaba fueran los ajustes correctos. Tomé la foto rápidamente, ansioso por capturar ese momento fugaz. La imagen de abajo es esa misma toma. Tal vez fue suerte, tal vez fue la magia del momento, pero lo capturé, y sigue siendo una de mis imágenes favoritas del viaje.
Aunque tomé muchas más fotografías de icebergs durante la expedición, esta es especial. Fue mi primera.
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The two images below hold a special place in my heart, forever.
Crossing the Drake Passage, a journey known for its unpredictable nature, was surprisingly calming. The weather was kind, and the ship swayed far less than I had anticipated. It turned out to be a perfect day at sea. That night, I lingered around the ship, enjoying the calmness and that solitude feeling in the open ocean. I spent time walking the decks, reading in the cozy ship library, and watching the sun dip below the horizon in a sunset that seemed to last forever. When I finally settled into bed, the comfort was unparalleled, and I drifted into a peaceful sleep.
Throughout the voyage, I never once closed the window in my cabin. I wanted to savor every single view, every moment outside the ship. Each glimpse of the ocean felt like a gift.
Then came the morning after the Drake Passage. We were approaching the Antarctic Peninsula, and I woke very early in the morning. Sitting up in bed, I rubbed my eyes and looked outside. What I saw left me breathless—an iceberg, floating on the horizon. It was distant, but unmistakable. My first iceberg! The sight was nothing short of magical.
Without a second thought, I grabbed my Canon R5 and set the camera to what I hoped were the right settings. I snapped the photo quickly, eager to capture that fleeting moment. The image below is that very shot. Maybe it was luck, maybe it was the magic of the moment—but I captured it, and it remains one of my favorite images from the trip.
Though I took many more photographs of icebergs throughout the expedition, this one is special. It was my first.
About 30 minutes later, another iceberg appeared outside my window. This time it was closer, gliding by silently, a reminder of the beauty and grandeur of the icy world I had entered.
Unos 30 minutos después, otro iceberg apareció fuera de mi ventana. Esta vez estaba más cerca, deslizándose en silencio, un recordatorio de la belleza y la grandiosidad del mundo helado en el que había entrado.
Antarctica Expedition. February 2024
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